viernes, 25 de septiembre de 2015

DEMONIOS- Por Benjamín Román Abram

DEMONIOS



En la soledad de la cabaña el enclenque joven empezó la mayor invocación de la que era capaz para ver a aquel ser maldito del que tanto le advertieron los sacerdotes y monjas. Rompiendo así, la antigua promesa infantil que le hiciera a su madre: mantener alejada su curiosidad de los caminos del ocultismo.
El pentagrama de cenizas humanas comenzó a enrojecerse y el piso de vieja madera a temblar, los lobos de las cercanías aullaban. En medio de un frío cruel comenzó a materializarse un cuerpo. Su piel estaba en carne viva, su vientre mostraba los intestinos expuestos, y de su frente surgían unos cuernos enmarañados. Luego de un minuto, la forma terminó de definirse, y ahora se podía sentir su hedor, tan denso que parecía sólido.
El silencio que se produjo pronto se vio cortado por la voz cavernosa y lenta del demonio. Este dijo: «Irrespetuoso adorador, me has traído del infierno sin mi permiso, ahora vivirás muchos siglos en la Tierra para experimentar sus males, el dolor de sus enfermedades y odios, y solo después vendrás a mi reino para seguir deseando nunca haber sabido de mí». Levantó la puntiaguda cola apuntándola hacia su víctima.
El chico dejó la lupa que estaba usando y la colocó a un lado, luego saltó hacia el centro del pentagrama y se produjo un sonido seco, como de un globo pinchado por una aguja. Muy sonriente con su hazaña, recurrió a simples utensilios de limpieza para eliminar la manchita que había dejado al reventar de un pisotón a ese demonio de un centímetro de altura.

viernes, 26 de junio de 2015

LA CIENCIA FICCIÓN MÁS ALLÁ DE LAS PREDICCIONES - por Benjamín Román Abram



LA CIENCIA FICCIÓN MÁS ALLÁ DE LAS PREDICCIONES

(ENSAYO)


Hace unas semanas, a través de un amigo, se me planteó la posibilidad de compartir alguna de mis ideas sobre las profecías de la ciencia ficción, acepté inmediatamente. A partir de ese momento empecé un diálogo conmigo mismo. Vinieron a mi mente las obras del genial Julio Verne, cuya lectura me hizo sentir una viva emoción en mi adolescencia. Veinte mil leguas de viaje submarino con la genial máquina Nautilus al mando del capitán Nemo; de la Tierra a la Luna, donde una singular tripulación viaja destino a nuestro satélite, en una bala de cañón. Obras perfectamente inscritas en la denominada literatura de anticipación. Luego, recordé un excelente documental, que ustedes pueden encontrar en you tube, llamado, Los Profetas de la Ciencia Ficción, finalmente, mis pensamientos me llevaron a la religión y a los profetas de la Biblia, entonces, caí en la cuenta que algunas personas han confundido los conceptos. Entienden que lo profetas religiosos se caracterizaban, necesariamente, por sus predicciones sobre el futuro, cuando la gran mayoría de estos personajes lo que hacían era difundir la palabra de Dios y no hacer vaticinios. Guardando las distancias, opino que en la ciencia ficción sucede algo parecido. Tiene decenas de tópicos que no guardan relación con la predicción y de esta última, además de aciertos, como las computadoras, los satélites artificiales, las armas de destrucción masiva, también tienen algunos desaciertos; sobre todo si es que especifican años para los hechos, al menos ya pasó 1992, y no vimos a los androides Nexus 6 de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? En todo caso, siendo razonables lo que no se ha logrado aún, no quiere decir que no lo alcancemos luego. Por otra parte, solo unos cuantos autores de la ciencia ficción mencionaron la red de redes o los drones, más protagonismo les dieron a los androides, a las máquinas inteligentes o a las astronaves. Y que yo sepa nadie predijo los medicamentos actuales, verdaderos fármacos de ciencia ficción.

Hay vaticinios, que aunque irrealizables, según las leyes de la física me atrapan y los plasmo en mis obras, como son las máquinas para viajar en el tiempo, aunque imagino un sustituto o al menos un paliativo, como sería la simulación, ya sea mediante sofisticados mundos-hologramas o inducción de nuestros cerebros como si fueron sueños vívidos, que nos trasladen al medioevo, las culturas preincas, etc.

¿PERO, LO DICHO LE RESTA ALGÚN MÉRITO AL GÉNERO? NO, PORQUE NO NOS QUITA LAS GANAS DE PENSAR CÓMO SERÁ EL FUTURO, DE IMAGINAR. PORQUE NO DISMINUYE UN ÁPICE LA FUERZA INSPIRADORA DE LA CIENCIA FICCIÓN PARA QUE ALGUNOS HOMBRES DE CIENCIA CONVIERTEN LOS TRICORDES DE STAR TREK EN LOS ACTUALES SMARTPHONES.

El buen doctor, el prolífico Isaac Asimov dijo alguna vez:

“Lo importante, y aun crucial, de la ciencia ficción es aquello mismo que le dio origen, LA PERCEPCIÓN DEL CAMBIO A TRAVÉS DE LA TECNOLOGÍA. No es el hecho de que la ciencia ficción prediga este o aquel cambio particular lo que la hace importante, SINO EL HECHO DE QUE PREDICE UN CAMBIO”.


Cuando yo era niño soñaba con la videoconferencia, sabría que llegaría, llegó y bueno ahora espero la comunicación con hologramas. ¿Alguien duda que ocurra? Como dicen muchos, sucederá, solo que no podemos precisar el cuándo. Este mismo mes ya se comenzó a vender, en Japón, a Pepper (peper), un autómata preparado para acompañar a las personas, con diseño de lo más genial, de 1.50 m. de altura y a 1,800 dólares, esperemos que llegue por estos lares.

Ahora quiero aclarar algo, no estoy aquí para darles malas noticias, no. Solo decirles que la ciencia ficción es mucho más que profecías, es mucho más que predicciones correctas o no.

No niego que profetizar tiene su encanto, por lo que van unos vaticinios, que espero que no sean muy disparatadas, por una razón, son mías:

            El ambiente se descontaminará por el fin de petróleo.

Predigo que un día habrá un arma que desactive cualquier bomba nuclear.

Predigo que un día dos autómatas conversaran como eran usados como personajes en novelas, series y películas de ciencia ficción.

EL CARAMELO PERPETUO- por Benjamín Román Abram

EL CARAMELO PERPETUO


Cuando inicié la investigación para escribir mi libro Cincuenta grandes ideas de nuestro siglo XXII, me tracé como meta concluirlo al menos un año antes de la nueva centuria. De otra forma los editores hubieran rechazado el texto sin contemplaciones, dado que ellos no cederían a un cambio de título como Las cincuenta grandes ideas del siglo pasado. Ahora que han trascurrido varios lustros desde mi mayor triunfo de ventas, la publicación sigue siendo demandada en pleno siglo XXIII. La mayoría coincide en que lo que más llama la atención se encuentra en el capítulo diez, donde escribo sobre aquel dulce nacional que rebauticé como el caramelo perpetuo.

No lo hice porque realmente fuera imperecedero, sino porque su sabor podía alcanzar a cuatro generaciones antes de comenzar a desaparecer. Era posible degustarlo infinidad de veces en la vida. También mencionaba que para sus consumidores más antiguos era muy agradable poder paladear algo que los remitía a una sensación de la niñez. Agregaba en mi texto, que el caramelo causó tal impacto cultural que se incluía en los testamentos para evitar posibles disputas familiares, ya sea por un aspecto netamente monetario, por coleccionismo o por un tema sentimental. Incluso propuse una cláusula modelo que, en forma innecesaria, pero simbólica, aclaraba que el caramelo dejado en herencia estaba libre de toda contaminación por su sistema de autolimpieza.

No puedo dejar de mencionar que muchos acomedidos y, en otras ocasiones, colegas de mentes creativas, tomando como inspiración mi obra, propusieron nuevas teorías sobre la razón del gusto de la gente a esta golosina. Incluso algunos políticos descocados proclamaron felices que a pesar de su alto precio, logró que quebraran algunas fábricas de los países extranjeros, las que con sus productos tradicionales no pudieron enfrentar a nuestra competencia. Sin embargo, al que nunca le presté atención, hasta ahora que ya estoy al final de mi camino, fue a aquel individuo que señaló que el éxito del caramelo y de mi obra se originaba en el anhelo del individuo por acariciar la eternidad.

Memorias y reflexiones (2245 D. C.)

sábado, 30 de mayo de 2015

IMAGINACIÓN DE UN POETA -por Benjamín Román Abram

                                                 IMAGINACIÓN DE UN POETA
Benjamín Román Abram

“Las estaciones se han sucedido y ahora apenas recuerdo tus rasgos, mejor así. A veces recibo noticias sobre que estás encanecido, que estás lento, y al parecer decrépito. No sé por qué creí encontrar magia en ti, me imagino que yo era una chica demasiado joven y tú un hombre exhibicionista. En este momento rememoro todos tus defectos, todos tus desatinos. ¿Sabes? Yo crecí y tú no, ¿Qué pasó con el brillante consejero, el emprendedor? ¿No pudiste seguir tus propias lecciones? Sigue así tus últimos días, y yo seguiré feliz los míos, me quedan bastantes pasos aún.”
   Mi antigua dama inseparable, recuerdas mucho de mí, debe ser porque eres algo menor que yo. Sí, estoy encanecido y lento, pero es la ley natural. Me has sorprendido, no sabía que alguna vez tuviese magia para ti, solo era mi vida. Sobre los defectos los tenemos todos, pero claro los míos, era, son, muchos y graves. No quisiera corregirte (quién lo iba a decir), pero sí he crecido, he encontrado la forma de disfrutar de lo simple, aceptarme y sonreír al tiempo, En mi edad otoñal te doy unos consejos, vive alegre cada día y toma en cuenta que solo Dios sabe si tenemos pocos o muchos soles por delante.”
   “Recuerdo, que casi al final, te preguntaba, caballero, qué soy para ti, y respondías con voz solemne, “eres el amor de mi vida”, y luego de muchas dudas, aunque con incomodidad, llegué a pensar que era cierto, que después de todo eras un poeta, un artista con sus excentricidades. Pero mentiste, porque si yo era tu gran afecto cómo nunca fuiste solo para mí, ¿o una mujer merece eso? ¿Nunca más quisiste saber de mí? Además, ¿Dónde estabas cuando te necesité? ¿Por qué no me protegiste de los enemigos?”

    No te mentí, eras una bella amiga, eras la dama de mis sueños, mi regocijo y luego, el amor de mi vida. No podía ser solo para ti, tú sabes la razón, aunque incómoda, cierta. Tú me aceptaste con mi verdad y creí en tu comprensión. Mis postales las hice con regularidad, pero, las guardaba en mi cajón del recuerdo y del dolor. Siempre supe de tu sendero, incluso cuando te lanzaste contra mí, incluso cuando desechaste mis mejores advertencias y caíste en esa secta, donde tus amigos eran tus fieros enemigos, y te volviste uno de ellos, y no me dejaste libertarte.

 “Así es cierto… me uní a ese grupo, como dices, de enemigos, por suerte ya salí, pero lo cierto es que tu rencor vino desde que me viste en la calle con uno de ellos, con él. Sí, te fallé en grande, pero igual esperaba que los años te pudieran suavizar y construir el camino del amor ¿Supiste lo que tú fuiste para mí?”
   No te dije nada cuando los vi, tomaste tu decisión y quedé deshecho por un tiempo, pero no olvides, por alguna razón cuando ya estábamos separados, retornaste por mi espalda y me diste una estocada. Mi mundo interno afrontó el cataclismo y lo volví mi triunfo. Siempre supe lo que era para ti, te refundé y cambié tu destino, amplié tu mente, tus horizontes, te volviste (y a tu familia) grande y próspera.

  —“Ahora, mentor de mi vida, te digo adiós, ¿Hay perdón al menos para la inefable?”
 
 —  Vivamos en paz mi antigua chiquilla.

  Entonces, entonces… abrázame. 

 — Te beso amor de mi vida.

sábado, 16 de mayo de 2015

MAESTROS IMAGINANTES ( poema de ciencia ficción) por Benjamín Román Abram


MAESTROS IMAGINANTES (poema ciencia ficción)


Benjamín Román Abram LIMA-PERU

Conocí a la ciencia y a la ficción
de la mano ilustre de Verne
y nunca más pude detenerme
en ese viaje extraordinario,
saltos en tiempos y espacios.
Apliqué al neodarwinismo
a Oparin, Hawking y Einstein ,
Sagan y su Cosmos,
extendí los mismos brazos
a la fan fiction, a la sci-fi.
Leí a cientos, miles de autores
autores para tantos millones,
tantos y tantas visiones,
algunas cuyas voces oigo
de cuyo talento absorbo.
Disfruté de varios formatos,
desde las letras al cine ficción
Star Trek, distopía, anticipación
o el Mayor Tom del Bowie indócil
Buck Roger y Flash en el cómic.
Celebré a los multiversos
technology anglosajona
y grito de Latinoamérica
denunciantes Carneiro, Correa, y Adolph
imposible a todos nombrarlos.
Disfruté de naves, fundaciones, robots y ciborgs,
gracias Isaac Asimov gran maestro imaginante,
gracias al precursor de Nantes,
me hicieron amo de una pluma,
del reboot del viaje a la Luna.

domingo, 3 de mayo de 2015

EL DESPERTAR DE CTHULHU (CUENTO) MAESTROS IMAGINANTES ( poema de ciencia ficción) por Benjamín Román Abram


EL DESPERTAR DE CTHULHU

Por L. Benjamín Román Abram 1


Durante el verano de 1925, la víspera de iniciar mi riesgosa y solitaria expedición, le dije a mi buena hermana Miriam que estaba alejado de la pretensión de romper alguna marca. Que solo buscaba probar la fascinante hipótesis de mi fallecido maestro de historia de la Universidad de Miskatonic, Henry Dayland, sobre que algunos hombres en plena glaciación regresaron de América a Asia, su lugar de origen, y no por el estrecho de Bering, sino por el océano Pacífico.

Tras un mes en el mar, comencé a aceptar que había fracasado en mi empresa, ya que las corrientes y los vientos me habían llevado muy lejos de mi destino y mi barcaza no resistiría mucho tiempo. Tres días después, cuando inicié el regreso de la civilización, naufragué y perdí todo, salvo lo puesto y un puñal que pude colgar de su estuche en mi cinturón. Mi salvación fue una isla que alcancé a nado. Una tortuga pequeña y unas cuantas frutas me mantuvieron con vida por cinco semanas, ese tiempo fue suficiente para darme cuenta que de ahí nunca sería rescatado. Decidí arriesgarme. Con troncos amarrados con fibra de coco construí una balsa, y me aventuré una vez más, tenía que acercarme a las rutas marítimas transitadas por los cargueros.

Mucho antes de lo esperado, mi embarcación se rindió y volví a enfrentar mi cuerpo al mar. Tras cuatro horas de braceo, mis fuerzas me abandonaron, ya no pude avanzar. Lo que pasó luego lo consideré extraño y sorprendente, dejé de nadar y en lugar de sumergirme terminé de pie. Bajo el agua había un área sólida. Cualquiera que me hubiese divisado pensaría que yo podía andar sobre la superficie acuosa del Pacífico.

Caminé con bastante dificultad, porque me resbalaba, hasta que llegué a la orilla. Estimé que el islote no tenía más de doscientos metros de extensión. Antes de una hora se dio la bajamar y un suelo verdoso se hizo visible, poseía algo de vida adherida a este, así que desesperado arranqué ciertos crustáceos rojos y los comí. El sol pronto se exhibió y ayudó a que mi escasa ropa se secara.

Mi organismo había desmejorado, o me auxiliaban o me esperaría la muerte. Mi ánimo había sido vencido y pensé si lo mejor no sería suicidarme, y no esperar que la muerte decidiera el momento; sin embargo, mi amor a la vida era mayor. Me tendí sobre el suelo, de agradable temperatura, pero me di cuenta de que esto no iba a durar ante las olas, que empezaron a ingresar, empujadas por el viento, al islote y que pronto bañaron mis pies. Esto hacía que me desplazara centímetro a centímetro, con el riesgo de llevarme hasta el océano. Tomé mi puñal, lo hundí en el suelo hasta el mango, enseguida hice tiras de mi ropa y las até de un tobillo a esa particular ancla.

En ese instante, lloré mi desgracia, luego dormité. En mis sueños bailaba, acompañado del ruido blasfemo de tambores tribales, repetía con otros acólitos, en horrible tono, una letanía, “des-pier-ta”. Luego, una especie de sacerdote del tártaro se arrastró en el claro del bosque, se puso de pie ante diez inocentes niños que estaban en el centro del lugar. Mostró un mazo repleto de filudas protuberancias, y luego comenzó a golpearlos en piernas, y demás partes no vitales, estaba claro, iba a enseñarnos los innombrables trucos de la tortura y luego sacrificarlos al dios que duerme en la Tierra, no vi más, me desperté confundido.

Regresé a mi verdadera opresión, a mi realidad en esa pequeña isla que había evitado con las pesadillas por unas horas. El fresco de la noche calaba mis huesos y el agua se alzaba. No debía soltarme de mi atadura al puñal, la alternativa de terminar sumergido en el mar no me era halagüeña. Me mantuve de pie hasta que llegó el día y pude recostarme con la incomodidad de estar semidesnudo y sentir en mi nariz un hedor terrible e inmundo del suelo, probablemente por su constante humedad. Me entregué al mundo onírico y mi parte etérea ascendió unos quinientos metros sobre el islote, y me vi a mí mismo tendido en posición fetal. También observé que un objeto flotaba hacia la orilla, y pronto supe que era un resto biológico, una garra colosal, más allá de lo catalogado por la ciencia, de un cuerpo kilométrico. Vi mejor, el islote no existía, lo que tomé por tal era la parte superior de una cabeza impía. El agua cristalina y la distancia dejaron descubiertos tentáculos de cientos de metros que salían de esta. Tenía que ser un monstruo antiguo, la de un dios poderoso y telepático, que dormía sin saber del náufrago, sin saber del insecto que se había posado encima de él. Lejos un moderno vapor se acercaba a la cima de una ciudad sumergida que yo no habría visto en caso no estuviese a esa altura. No era imposible pensar que por el tamaño del ser pudiese estar tocando dicha construcción, tal vez su antigua cárcel.

Retorné a mi cuerpo y desperté. Todo era real, en la lejanía se divisaba el barco, y mucho más cerca unos botes. No sé qué hicieron o lo que hicimos, o si fue una fuerza del universo, pero el gigante de los gigantes, Cthulhu, despertó y su primer movimiento bastó para que yo comenzase a resbalar. Mi mente se aceleró como nunca antes, en menos de un segundo recordé mi vida completa, hice conjeturas, llegué a conclusiones, saboreé la sabiduría y grité, grité toda mi historia. Algo me indicaba que mis palabras no se perderían en lo insondable, ¿las ondas sonoras de mi voz se guardarían en la memoria del universo o de otro cosmos? Yo solo sabía que alguien, en algún lugar, se enteraría de lo ocurrido, de que no estamos solos en la Tierra, que no fuimos sus primeros habitantes. Y que con esa información escribiría historias. ¡Es mi fin, ahí está el abismo oceánico que me tragará!

Luis Benjamín Román Abram (Perú, 1970). Es abogado, especialista en seguros y administración de empresas. Narrador y poeta, editor y capacitador en ofimática para escritores, asimismo es divulgador cultural. Parte del movimiento fantástico peruano. Sus cuentos, principalmente de esta temática, han sido publicados en diarios y revistas nacionales e internacionales. Es autor del libro de relatos En Envase Pequeño y está culminando el poemario Sensaciones. Director del fanzine de micro ficción Minúsculo al Cubo, reseñador en May Neim. Es miembro fundador del grupo literario Argonautas.