LAS ESTACIONES DE OHIO (IN
MEMORIAM Ray Bradbury)
Septiembre de 2026
¡Ohio!, ya nadie dice así a ese
lugar porque no hay residentes para hacerlo, ni alguien preocupado de esta en
el mundo. Sus edificios están muertos y no queda ni un árbol en pie, incluso
desaparecieron las cucarachas y las ratas. Simplemente, fue vencida.
Un pozo de agua congelada surge en
el concreto quebrado. Alguna vez fue un silo con una plataforma superpuesta que
encaminó al primer cohete a Marte.
En Ohio, ese despegue de fuego y metal inició
la interrupción de la nieve. La población desde ese momento gozó de días de
verano y por un buen rato los niños llenaron el aire con sus gritos alegres.
Las tiendas surtieron, a precios de gangas exorbitantes, juguetes, helados,
mercaderías de estío. Ni la alerta de guerra entre los países de la Tierra pudo
detener el afán de ganancia excesiva. En el planeta rojo, la historia era otra,
los marcianos estaban inquietos, presintieron la invasión y el fin de su
cultura milenaria.
Pocos años después los hombres que
no viajaron a Marte empezaron a intercambiar bombas atómicas. Luego, la mayoría
de los colonizadores regresaron, por nostalgia, para unirse a los combates
terrestres, lastimar no les era desconocido. Las explosiones dañaron hasta tal
extremo a la Tierra que si en este momento hubiese gente en sus casas fallecerían
sin necesidad de salir a ver al nuevo cielo.
Donde existió la ciudad de Ohio y un planeta
azul desde el cual Ray Bradbury advirtió de los peligros de los cuerpos sin almas,
ahora reina el invierno nuclear.