martes, 27 de diciembre de 2016

DONALD T - Por Benjamín Román Abram






Este cuento se inicia con una conversación sobre un posible negocio inmobiliario en Lima, ciudad desolada luego que a mayoría de sus habitantes murieran por un ataque zombi, por ser zombis o por la ofensiva militar...

 

Donald T 2022                 

Por Benjamín Román Abram

El expresidente de Estados Unidos y magnate inmobiliario estaba sentado en su escritorio, de modo alternativo repasaba los planos de Lima o posaba sus ojos sobre las fotos de la ciudad proporcionadas por uno de los satélites de su corporación, cuando la voz del capitán anunció solemnemente el próximo aterrizaje de su avión privado. Trump se puso a observar por la ventanilla derecha y se dio cuenta de que habían dejado atrás la capa de nubes que se conocía en la capital de Perú como «cielo panza de burro» y que además de las alas con su apellido, ya podía ver el océano Pacífico y pronto una porción de la ciudad. No lucía ordenada y si bien había muchos edificios, estos eran más pequeños y menos glamorosos que los de otras grandes metrópolis. Al poco tiempo, se encendió la luz que indicaba que debía colocarse el cinturón. De todas formas, su azafata tocó la puerta de la lujosa habitación aérea para recordárselo y él, sin abrirle, le contestó desde una cama, con tono juvenil y socarrón, a pesar de su edad, que lo haría de inmediato.

El descenso fue amigable, como lo había sido siempre en el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, más aún cuando el tráfico aéreo era escaso. En sus instalaciones ya no funcionaban las tiendas por el poco movimiento de pasajeros.

***

—Esta es una oportunidad de oro, la ciudad está casi desierta y sus inmuebles en excelentes condiciones. Los que no murieron mordidos por los zombis, lo hicieron por el ataque militar que ordené hace unos años o se alejaron para olvidarse de la pesadilla. Casi nadie ha reclamado las propiedades como herencia y el gobierno peruano está licitando toda la infraestructura libre, que es la gran mayoría. Lo que sea irrecuperable lo arreglaré con explosivos, aplanadoras, con la logística del Grupo Trump. Levantaremos carreteras, hoteles, casinos y, claro, muchos condominios.

—Donald, te entiendo, pero lo que me pides es que te apoye con miles de millones en capital y en buena cuenta postular a una licitación por un cementerio gigantesco.

 —Así es, retocarla y venderla como una ciudad paraíso a los mejores postores; es decir, ancianos extranjeros muy ricos para sus eventuales descansos o para sus retiros permanentes. Lima no será el fracaso de Miami, siempre hostigada por tormentas, huracanes y cambios bruscos de temperatura. Aquí el clima es agradable y templado todo el año. Con facilidad de comunicación por mar y aire, y donde los nuevos habitantes no estarán escuchando de la boca del vecino los problemas del calentamiento global. Esto nos dejará mucho dinero.

—Donald, y ¿si nuestra sociedad se ve cuestionada?, por ejemplo, por una ONG, uno de esos colectivos locos o leyes que vayan contra nuestros intereses.

 —De eso me encargo yo, por algo soy un genio del mercadeo y de los contactos. Además, constituiremos una inmobiliaria-constructora solo para esto y no la vincularemos legalmente con mi corporación, aunque eso sí, siempre tendrá que ir Trump como parte de su nombre, uno árabe, como el tuyo, podrá ser exótico, pero no tiene mi pegada. Respecto a la nueva empresa, tendrá una buena cobertura de seguros por si algo nos fuera mal. Diremos, y será de corazón, lo lamentable del accidente aéreo causado por los chinos y que derivó en ese brote zombi y tanta gente muerta. Recalcaremos la verdad, que fue muy penoso para mí, pero también un deber como líder de Estados Unidos y del mundo libre, ordenar el bombardeo para exterminar a los millones de zombis, y fue algo terrible que con ellos se fueran tantos vivos. El broche de oro será ofrecerles algo digno para sus fallecidos, como el día mundial de la vida y asunto arreglado. No creas que no tengo corazón y pienso que estoy siendo sincero, pero esa desgracia no tiene que impedir los negocios.

 —Algo más Donald: China también está interesada en hacer algo semejante allí y nos puede ganar.

—Mi querido príncipe, China, China, jamás. Nunca me ha ganado, nunca me ganará y menos con su accidente. Confía en mí, se mi socio.

***

Donald fue recibido en el aeropuerto limeño por Samuel del Corral Mariátegui, su flamante gerente en Perú. Luego de unos minutos subieron a una camioneta Hummer azul y se alejaron por el carril libre de la avenida Elmer Faucett, lo precedían y seguían vehículos idénticos, parte de su seguridad que vino en el avión y parte que ya lo esperaba en Lima. En el otro carril estaban acumulados zombis y humanos muertos a la espera de que su empresa se hiciera cargo de ellos. Por un momento pensó que, si no hubiese pasado varios años del desastre zombi y no estuvieran tan deteriorados los desvestiría para vender la ropa en otros mercados o cortaría sus cabellos para la gigantesca industria de las pelucas postizas. Luego arribaron a un helipuerto, y subieron a una moderna nave para tener otra vista de  Lima.

—Sr. Trump, fue un honor recibirlo, dijo Samuel Mariátegui. Así que los chinos y los franceses quisieron ganarnos. Fue brillante ofrecer mejorías sobre las bases del concurso. Pero más que ya con el triunfo en mano, lograse que el gobierno peruano le otorgue exoneraciones tributarias a cambio de nuestro compromiso de localizar a familiares de los fallecidos y compensarlos por las herencias inmobiliarias.

—Samuel, no me defraudes con eso. Sepulta a cuanto puedas en grandes hondonadas, y separa a unos cuantos, para hallar a sus deudos, pero no a muchos. Además, ten todo a punto por si fracasamos en el negocio y debo liquidar “Paraíso Trump” con rapidez.

 —¿Liquidación, señor Trump?

—Liquidación, cierre, quiebra, ya veremos, Samuel, no es que piense hacerlo, pero prefiero tener un plan b o hasta c. Pero la idea es que venderemos a esos viejitos ricos hasta el último centímetro cuadrado. ¿Sabes?, como mi gerente te harás millonario. No como yo, pero lo suficiente para que puedas jugar golf el resto de tu vida.

—Señor Donald, un tema que está circulando es que podría haber zombis sobrevivientes.

—Samuel, ¿ves algo por las ventanillas? nada, ¿no? tú eres quien vive aquí y supongo que sientes miedo, pero tienes mi palabra de honor de que esas monstruosidades no volverán a la vida por segunda vez. Cuando fui presidente de los Estados Unidos me cercioré de que el químico zombi fuera efectivo. Recuerda, la marca Trump es un sinónimo de calidad.

 

Donald John Trump es un empresario acaudalado, egocéntrico, sagaz y polémico. Nació el 14 de junio de 1946 en Nueva York. Tomando como punto de partida la exitosa empresa inmobiliaria de su padre, logró abrir su propio camino en el mundo de los bienes raíces, expandiéndose luego a otros rubros. El rascacielos Trump Tower se inauguró en 1982 en Nueva York. Continuó poniéndole su apellido a sus proyectos posteriores, convirtiendo a este en una marca. Luego de sus agresivos discursos hacia sus adversarios políticos, y contra todo pronóstico, fue elegido el presidente número cuarenta y cinco de Estados Unidos.