Benjamín Román Abram
“Las estaciones se han sucedido y
ahora apenas recuerdo tus rasgos, mejor así. A veces recibo noticias sobre que
estás encanecido, que estás lento, y al parecer decrépito. No sé por qué creí
encontrar magia en ti, me imagino que yo era una chica demasiado joven y tú un
hombre exhibicionista. En este momento rememoro todos tus defectos, todos tus
desatinos. ¿Sabes? Yo crecí y tú no, ¿Qué pasó con el brillante consejero, el emprendedor?
¿No pudiste seguir tus propias lecciones? Sigue así tus últimos días, y yo
seguiré feliz los míos, me quedan bastantes pasos aún.”
Mi
antigua dama inseparable, recuerdas mucho de mí, debe ser porque eres algo
menor que yo. Sí, estoy encanecido y lento, pero es la ley natural. Me has
sorprendido, no sabía que alguna vez tuviese magia para ti, solo era mi vida.
Sobre los defectos los tenemos todos, pero claro los míos, era, son, muchos y
graves. No quisiera corregirte (quién lo iba a decir), pero sí he crecido, he
encontrado la forma de disfrutar de lo simple, aceptarme y sonreír al tiempo,
En mi edad otoñal te doy unos consejos, vive alegre cada día y toma en cuenta
que solo Dios sabe si tenemos pocos o muchos soles por delante.”“Recuerdo, que casi al final, te preguntaba, caballero, qué soy para ti, y respondías con voz solemne, “eres el amor de mi vida”, y luego de muchas dudas, aunque con incomodidad, llegué a pensar que era cierto, que después de todo eras un poeta, un artista con sus excentricidades. Pero mentiste, porque si yo era tu gran afecto cómo nunca fuiste solo para mí, ¿o una mujer merece eso? ¿Nunca más quisiste saber de mí? Además, ¿Dónde estabas cuando te necesité? ¿Por qué no me protegiste de los enemigos?”
No te mentí, eras una bella amiga, eras la dama de mis sueños, mi regocijo y luego, el amor de mi vida. No podía ser solo para ti, tú sabes la razón, aunque incómoda, cierta. Tú me aceptaste con mi verdad y creí en tu comprensión. Mis postales las hice con regularidad, pero, las guardaba en mi cajón del recuerdo y del dolor. Siempre supe de tu sendero, incluso cuando te lanzaste contra mí, incluso cuando desechaste mis mejores advertencias y caíste en esa secta, donde tus amigos eran tus fieros enemigos, y te volviste uno de ellos, y no me dejaste libertarte.
—“Ahora, mentor de mi vida, te digo adiós, ¿Hay perdón al menos para la inefable?”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario